En un momento histórico en el que la digitalización marca profundamente el acceso a derechos fundamentales como la salud, resulta imprescindible abrir espacios de reflexión que integren la mirada social, ética y humana sobre los efectos de esta transformación. En este contexto, la Jornada Anual del Proyecto SENES, titulada «La brecha digital: determinante social que impacta en salud», reunirá el próximo día 11 de junio a diversos expertos para abordar los desafíos que plantea la desigualdad digital, especialmente en las personas mayores.
Como anticipo de este evento, en Emancipatic tenemos el placer de conversar con Pilar Rodríguez, adjunta a gerencia del Grupo ABD, directora de la Unidad Operativa Sociosanitaria y presidenta del Comité de Ética de la organización. Con una amplia trayectoria en el ámbito sociosanitario y una firme apuesta por la innovación social con perspectiva ética, Pilar nos invita a repensar el envejecimiento desde la diversidad, y a entender que la tecnología —lejos de ser una solución automática— puede también convertirse en un nuevo factor de exclusión si no se implementa desde criterios de justicia, accesibilidad y equidad.
En esta entrevista, Pilar nos ayuda a profundizar en los efectos que la brecha digital tiene sobre la salud física y emocional de las personas mayores, qué conocimientos mínimos necesitan para desenvolverse en el mundo digital, y qué tipo de medidas deben impulsar tanto las instituciones como la sociedad en su conjunto para no dejar a nadie atrás. Una conversación que, sin duda, pone sobre la mesa una perspectiva ética y transformadora del reto digital en clave de derechos.
Cómo impacta la brecha digital en la salud
-¿Cuáles son los principales problemas que genera la brecha digital en la salud de las personas mayores?
Antes de poder dar respuesta a esta cuestión, me gustaría resaltar que cuando hablamos de personas mayores hay que hablar de heterogeneidad. El proceso de envejecimiento es único para cada persona y, por tanto, no podemos hablar de un grupo de personas homogéneo y seguir elaborando un estereotipo que se aleja de la realidad que tenemos.
Por esto, cuando hablamos de los problemas que puede generar la brecha digital en la salud de las personas mayores, la respuesta que podemos dar debe tener en cuenta que existe una población mayor en la que encontramos diferentes segmentos de edad.
La brecha digital conlleva para una parte importante de la población el aislamiento social y sentimientos de soledad no deseada, la cual a su vez puede tener efectos desoladores en la salud mental de las personas mayores, y que pueden derivar en depresión, ansiedad, estrés, frustración, sentimientos de culpa, problemas de salud emocional, inseguridad y también enfermedades físicas cardiovasculares, como la hipertensión, arritmias o enfermedades coronarias. Por tanto, nos enfrentamos a nuevos estados provocados por la tecnología, la tecnofobia y el tecnoestrés.
Aquellas personas que utilizan las tecnologías, que socializan, que tienen redes de apoyo y que pueden realizar gestiones suelen tener mejores condiciones de salud puesto que participan, interaccionan y se integran en la sociedad y en la comunidad en términos de equidad.
No olvidemos que estamos hablando de una generación que no ha crecido con las tecnologías y, por tanto, es de vital importancia diseñar políticas públicas inclusivas para llevar a cabo esta transformación tecnológica. Y eso requiere de acciones que den respuesta a la situación actual y diseñar acciones preventivas que garanticen los derechos de las personas mayores en igualdad de condiciones y que nadie quede excluido de la sociedad.
-¿Cuáles son los conocimientos mínimos y herramientas digitales necesarias que cualquier persona mayor debería manejar para poder desenvolverse en el mundo actual?
Aquellos conocimientos que cualquier persona necesita para poder cubrir sus necesidades básicas y le permitan tener autonomía e independencia. Un estudio que realizamos (ABD-2019), financiado por el Ministerio de Derechos Sociales y la Agenda 2030, con la participación de personas mayores de diversas edades y entornos urbanos y rurales, reveló datos preocupantes. El 85 % tenía un teléfono móvil, y de este, el 30 % indica que el teléfono del cual disponen es de botones de marcación. Un 43 % no tenía acceso a internet en sus hogares.
Además, el 53 % no sabía realizar ajustes básicos en sus dispositivos, y casi el 70 % necesitaba ayuda para realizar trámites digitales, como solicitar visita médica a su centro de salud o a servicios sociales. Un 85 % no consultaba las aplicaciones o sitios web municipales, lo que les hacía perderse oportunidades de participación en actividades locales. Además, solo el 48% sabía realizar videollamadas.
La dificultad para realizar trámites electrónicos, a pesar de que se promociona la «amigabilidad del entorno» de los dispositivos, supone un obstáculo adicional. Esto incluye la falta de comprensión de la terminología, la dificultad para manipular los dispositivos y la falta de intuición en los entornos digitales.
También hay que tener en cuenta la falta de conocimiento sobre los peligros asociados con el uso inadecuado de la tecnología, lo que hace que las personas mayores sean más vulnerables a estafas y fraudes.
Por tanto, se tendría que conocer cuáles serían sus preferencias y necesidades de estos conocimientos mínimos. La usabilidad de las tecnologías que les permita realizar y recibir llamadas, hacer videoconferencias, realizar compras en su supermercado habitual, solicitar visita médica, recibir recordatorios, consultar la web de su ayuntamiento, poder realizar gestiones básicas, consultar las facturas de suministros, de su banco, tramitar la renovación del DNI, etc. Y todas aquellas que tienen relación con la información de salud, como las constantes vitales, la prevención de caídas, etc.
Y por supuesto, respetar a aquella persona que no puede o quiere hacer uso de las mismas.
-¿Qué tipo de medidas o innovaciones se pueden llevar a cabo para garantizar o promover el acceso digital a los servicios de salud?
Tengo claro que, después de muchos años gestionando diferentes servicios para personas mayores y haciendo estudios con la participación de las personas mayores, somos un gran observatorio que apuesta por la innovación y por las tecnologías que faciliten el bienestar de las personas y que acompañen a superar la brecha digital y democratizar su acceso.
La tendencia sería utilizar dispositivos que funcionaran solo con la voz, que no se tuvieran que manipular con botones o pasar pantallas o estar atendiendo al teléfono pulsando una de las 4 o 5 opciones que te dan. Pero más allá de esta respuesta, lo idóneo para garantizar o promover el acceso digital a los servicios de salud sería conocer la opinión de las personas implicadas.
-Teniendo en cuenta el importante papel que desempeñan las tecnologías en el ámbito sanitario hoy en día, ¿qué podemos hacer para que estas sean inclusivas y que las generaciones de mayores puedan acceder sin sentirse apartadas, aisladas o desatendidas?
Como he comentado anteriormente, las personas mayores tendrían que participar y sentirse representadas todas, tanto las que se sienten excluidas por no poder utilizar la tecnología como las que sí utilizan las tecnologías, en el desarrollo y en los proyectos tecnológicos pilotos de aplicación. Uno solamente siente que forma parte si participa, sea cual sea la tecnología a aplicar.
También se requiere de acompañamiento para que puedan acceder a las mismas y utilizarlas. Se requiere de aprendizaje y por tanto se tendrán que establecer recursos para que se pueda llevar a cabo este proceso de transición.
Y no podemos obviar la evaluación del impacto que tienen las mismas. Solo si se evaluamos podremos mejorar y hacer cambios.
El ritmo acelerado del progreso tecnológico: uno de los principales retos
-Las tecnologías avanzan a un ritmo tan alto que las leyes, normativas, programas e iniciativas de formación siempre van a remolque. Esto hace que adaptarse a esta realidad siendo mayor sea cada vez más difícil. ¿Hay solución para equilibrar esta disparidad de ritmos?
En la actualidad, creo que no se puede equilibrar al 100 %. Habrá una parte de la población que quedará excluida y pasarán algunos años hasta que se logre la igualdad de condiciones de acceso y usabilidad de las mismas. Los cambios producidos se han realizado en tan poco tiempo y han sido y están siendo tan bruscos que no hay capacidad de reacción.
La Decisión (UE) 2022/2481 del Parlamento Europeo establece el programa estratégico de la Década Digital para 2030. Este programa enfatiza que las tecnologías digitales deben tener un impacto positivo en la vida cotidiana y el bienestar de los ciudadanos, no limitándose solo a la esfera digital.
La transformación digital debe ir acompañada de mejoras en la democracia, la buena gobernanza, la inclusión social y la eficiencia de los servicios públicos. La UE aspira a que al menos el 80 % de la población tenga habilidades digitales básicas, lo que requiere una profunda transformación de la sociedad.
El 2030 no es un futuro lejano, no creo que se logre este objetivo a corto plazo. Las nuevas generaciones han nacido con esta transformación digital y por tanto se tendrá que aprender a convivir con realidades digitales muy diferentes por parte de la ciudadanía en general, no solo de las personas mayores.
-¿Qué responsabilidades tienen las instituciones, gobiernos, administraciones y empresas en la reducción de la brecha digital? ¿Y nosotros como individuos?
Es importante hablar de corresponsabilidad. Evidentemente se tiene que invertir en políticas públicas inclusivas para llevar a cabo la transformación social-tecnológica, y esto implica la cooperación de todos los agentes: administración, empresas, entidades del tercer sector, universidades, empresas tecnológicas y la ciudadanía.
Reitero que la participación de las personas mayores es la única manera que las tecnologías generen valor para las personas mayores. El objetivo es que la tecnología no sea la finalidad, sino el instrumento para facilitar su autonomía, su convivencia, su bienestar y garantizar que no queden excluidas de la sociedad.
-¿Qué necesitamos para poder avanzar en la reducción de la brecha digital y el uso positivo de las tecnologías para los mayores?
Es necesario trabajar desde el respeto por los derechos de las personas, por la inclusión, la igualdad, la seguridad en términos de equidad. Hay que incorporar el diálogo y la reflexión de los planteamientos éticos que incorpora el uso o no de las tecnologías. Tenemos que conocer cuáles son los riesgos y los beneficios que aporta la utilización de las mismas por parte de las personas mayores, tanto a nivel individual como de grupo.