En una era dominada por la inteligencia artificial, la hiperdigitalización y la automatización, la corrientes del humanismo digital surge como una respuesta ética y necesaria para garantizar que la tecnología no reemplace lo humano, sino que lo potencie. Así quedó de manifiesto en la mesa celebrada en el marco del XII Congreso Nacional de CEOMA, donde expertos de diferentes disciplinas debatieron cómo aplicar la tecnología sin que interfiera en la vida cotidiana, especialmente en el contexto del envejecimiento activo.
Una tecnología invisible pero útil
«La tecnología debería ser invisible a los ojos y que se integre plenamente en los domicilios y los entornos donde hacemos vida social, sin interferir en nuestra cotidianidad», afirmó Silvia Movellán Viaña, jefa de Acción Social y Voluntariado de Fundación Telefónica. Su declaración resume el espíritu del Humanismo Digital: una tecnología presente, pero no invasiva, que facilite la vida sin dictarla.
Ética frente a algoritmos
Desde la filosofía, la ética y la cultura digital, los ponentes coincidieron en que el principal reto de nuestra época no es solo técnico, sino también moral. «La tecnología no tiene ética, pero nosotros sí. ¡Que la IA no sustituya nuestras decisiones!», alertó María Cano Bonilla, pensadora y especialista en ética e inteligencia artificial.
El humaniHsmo digital, como explicó Oriol Vicente Campos, coordinador del Clúster de Innovación en Patrimonio Cultural de la Universitat Autònoma de Barcelona, «es una corriente filosófica que busca usar la tecnología para multiplicar nuestras posibilidades y promover el valor humano». Una visión optimista, compartida también por José Manuel Azorín-Albiñana, presidente de Emancipatic, quien se definió como «tecno-optimista», pero advirtió que para enfrentarse a las máquinas «hace falta sabiduría y serenidad humana».
Personas mayores y tecnología: rompiendo estereotipos
Uno de los grandes malentendidos del proceso de digitalización es el supuesto rechazo de las personas mayores al mundo digital. Sin embargo, Francisco Gómez Nadal, coordinador general de UNATE (Universidad Permanente), desmint esta creeencia rotundamente: «Uno de los mitos edadistas es que las personas mayores rechazamos el mundo digital, y no es cierto. Nos acercamos en la medida que lo deseamos, aceptando algunas cosas y huyendo de otras que no queremos».
La clave, como indicó el ingeniero y formador en ciberseguridad Roberto López Pensado, es que «cada persona tiene que utilizar la tecnología según sus necesidades e ir introduciéndose poco a poco, sin buscar necesidades falsas».
Un decálogo para la transformación humanista
Como punto culminante de la mesa, se presentó un ‘Decálogo de principios del Humanismo Digital’, que articula los desafíos, oportunidades y condiciones mínimas para que la digitalización sea verdaderamente humanista:
DECÁLOGO DEL HUMANISMO DIGITAL
- Los derechos digitales ya son derechos humanos y de su gestión, de nuestro empoderamiento, depende buena parte del futuro inmediato. Una digitalización humanista debe servir al encuentro con el otro.
- El Humanismo Digital es la tecnología al servicio de las personas, y cuando actúa así, ofrece beneficios, como por ejemplo la robótica en medicina (en la pandemia se hacían 1.500 análisis de COVID en un día) o los smartphones accesibles para personas con discapacidad visual y/o auditiva, con los que pueden acceder al conocimiento y comunicación como el resto de los ciudadanos.
- La tecnología conecta, pero también aísla, porque conlleva la deshumanización del cuidado, la dependencia de las máquinas y la vulnerabilidad de los derechos humanos: privacidad, libertad de expresión, igualdad y derecho a la autonomía.
- Actualmente “pensar” es un derecho político y ético que debe ser protegido, porque tenemos la obligación de no delegar en la tecnología y saber lo que es verdad y mentira (Fake News).
- El error humano es tomar la IA como medida de todas las cosas en vez de que las personas seamos la medida de todas las cosas. El interrogante está en si estamos en la necesidad urgente de “rehumanizarnos” ante la “deshumanización”.
- Gracias a la tecnología se puede proteger gran parte del ecosistema donde han vivido y viven las personas mayores, por ejemplo, la música, los libros, el entorno de los años pasados, a través de lo digital y preservarlo para el futuro.
- Existe el derecho al acceso libre al mundo digital, pero también entra en juego un nuevo concepto, como es la pobreza tecnológica –que no brecha digital– que afecta, por ejemplo, al mundo rural, que no puede seguir la velocidad “supersónica” del mundo digital y no cuenta con la formación necesaria. Y tras la pobreza tecnológica viene el “abismo” de la gobernanza del mundo digital y el peligro de la seguridad.
- El uso de la tecnología reduce en un 30% la percepción de soledad cuando va acompañado de formación y apoyo. No significa que hablemos con un robot porque al otro lado también puede haber personas, pero sí hay que reconocer que fomenta y hace más fácil las relaciones sociales.
- Con respecto a la autonomía personal, el uso de la tecnología puede significar a corto plazo un antes y un después en los cuidados para toda una generación, prolongando por ejemplo la permanencia de la persona mayor en su domicilio, donde sensores inteligentes y otras tecnologías controlan continuamente las caídas y que esté todo como debe. Por supuesto –y esta es la clave– SIN interferir en la vida cotidiana de la persona.
- Las aplicaciones tecnológicas al servicio de la salud ya no solo se entienden cuando hay enfermedad o dependencia, sino en la prevención. Las personas mayores que usan tecnología para la gestión de la salud muestran un 45% más de adherencia al tratamiento médico. Se trata de apoyo, de acompañamiento y de hacer más fácil lo que resulta tedioso para la persona.
Hacia un futuro con tecnología que incluya y sume a los mayores
En definitiva, la mesa dejó claro que el futuro de la sociedad digital debe construirse con las personas mayores, no para ellas. No basta con ofrecer dispositivos o servicios; es necesario reconocer sus derechos digitales, su capacidad de decisión y su derecho a una tecnología que respete su ritmo y valores. Como concluyeron los ponentes, el humanismo digital no es una utopía, sino una condición imprescindible para una longevidad digna y tecnológica a la vez.
¿Una sociedad más humana gracias a la tecnología? Dependerá, sobre todo, de cómo decidamos usarla.